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...una tercera estudiaba.
Por ello no es de extrañar
que se convirtiera en uno de los reyes más poderosos de la tierra conocida.
Su reino estuvo
formado por las tres islas del delta del río Guadalquivir, y ocupaba la actual
ciudad de Cádiz, en España. En él floreció
la riqueza: abundaban el oro, las viñas y los olivos. Su fama se extendió por
el Mediterráneo y llegó hasta la Hélade,
y uno de sus héroes, Heraklés, o Hércules, recibió la misión de robarle una
de sus posesiones más valiosas: un rebaño
de rojas vacas y bueyes maravillosos. Al cargo de la manada, G erión
había colocado a dos seres de confianza,
un pastor y la perra llamada Aurora, que, como él, había nacido con tres cabezas,
y, lógicamente, con las consiguientes
fauces llenas de temibles caninos. No se amedrentó Heraklés ante ellos, y combatió
con fiereza, y los venció.
Pero G erión tuvo conocimiento de ello. Ciego por el ansia de venganza,
se elevó por encima de las nubes, tratando
de atisbar a Heraklés en su huída por la costa mediterránea. El griego se había
ocultado bajo una encina, y la carrasca
le dió cobijo, permitiéndole cargar en su temible arco una flecha envenenada
con la sangre de la Hidra. Apuntó cuando
la sombra de G erión sobrevoló por encima de la copa del árbol bajo el
que se ocultaba, y disparó con certera puntería.
El venablo entró hiriendo el costado izquierdo de uno de los torsos de G
erión, pero no se detuvo allí, y la punta
envenenada fue perforando tejidos, ascendiendo por el segundo torso, atravesando
su corazón, alcanzando
el tercer cuerpo y saliendo por fin por el hombro derecho. Los rostros de G
erión se miraron entre sí, incrédulos,
antes de precipitarse sus cuerpos como un torbellino de aves heridas, sobre
una de las islas de su reino, y las tierras
se tornaron rojas, y en ese lugar creció un dragón que aún hoy se yergue
en la ciudad de Cádiz. Pero del destino oscuro
traído por Heraklés no terminó aquí, y el mal hado siguió sembrando desgracias
por la antigua tierra de celtas e iberos. |
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